Todos los años, por lo menos dos veces, la tarifa de los colegios es tema de portada. Se discute el alcance de la subida y el derecho de los centros a cobrar por adelantado. El Estado, aparentemente, se pone de parte de las familias y exige contención.
Pero no discutimos suficientemente el verdadero problema. Si el Estado ofreciera a los ciudadanos un sistema de educación pública adecuado, de la calidad suficiente, no estaríamos obligados a enviar a nuestros hijos a un centro privado a la mínima posibilidad.
Así, todos los años tendremos la misma pelea. Quizá no todo el mundo elige el centro educativo al que envía a sus hijos por los motivos correctos. Pero ese es un problema individual. El colectivo es que la educación pública no se corresponde a los niveles de desarrollo y calidad que se precisa para competir no sólo en el mundo globalizado, sino aquí, en casa.
¿Cuántos funcionarios del gobierno envían a sus hijos a la escuela pública? ¡Ni siquiera defienden la obligación de destinar, por Ley, el 4% del presupuesto a Educación!
La educación sólo se puede trabajar a largo plazo y con una determinación de la que han carecido nuestros gobernantes. La excusa, siempre, es la falta de dinero. Y siempre, el dinero aparece, sólo que para otras cosas.
Las tarifas de los colegios privados dejarán de ser un problema cuando la educación pública sea de la calidad que se merecen los ciudadanos y que, además, se les exige cuando salen al mercado laboral.
Pero no discutimos suficientemente el verdadero problema. Si el Estado ofreciera a los ciudadanos un sistema de educación pública adecuado, de la calidad suficiente, no estaríamos obligados a enviar a nuestros hijos a un centro privado a la mínima posibilidad.
Así, todos los años tendremos la misma pelea. Quizá no todo el mundo elige el centro educativo al que envía a sus hijos por los motivos correctos. Pero ese es un problema individual. El colectivo es que la educación pública no se corresponde a los niveles de desarrollo y calidad que se precisa para competir no sólo en el mundo globalizado, sino aquí, en casa.
¿Cuántos funcionarios del gobierno envían a sus hijos a la escuela pública? ¡Ni siquiera defienden la obligación de destinar, por Ley, el 4% del presupuesto a Educación!
La educación sólo se puede trabajar a largo plazo y con una determinación de la que han carecido nuestros gobernantes. La excusa, siempre, es la falta de dinero. Y siempre, el dinero aparece, sólo que para otras cosas.
Las tarifas de los colegios privados dejarán de ser un problema cuando la educación pública sea de la calidad que se merecen los ciudadanos y que, además, se les exige cuando salen al mercado laboral.
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