Durante la sesión de clausura del Foro Económico Mundial llevado a cabo en la ciudad de Davos, Suiza, tanto banqueros como empresarios han expresado optimismo moderado en torno al año que comienza.
El consenso de este año parece girar en torno a que el mundo está mejor que hace doce meses. Sin embargo, la recuperación registrada hasta ahora es frágil, el aumento del desempleo continúa siendo una preocupación y es necesario lograr una cooperación mundial capaz de incrementar la regulación bancaria.
En ocasiones anteriores, eran las manifestaciones anticapitalistas las que amenazaban con robarse los titulares vinculados a lo que sucedía en Davos.
Este año, las denuncias más poderosas sobre un capitalismo sin restricciones vinieron desde el interior de la sala de conferencias.
Banqueros a la defensiva
Sin embargo, un sisma profundo sobre el tema de la reforma bancaria no provocó una división total en la reunión.
Al final de esta semana surgió un consenso moderado sobre que la recuperación global es muy frágil para poner en riesgo los programas de estímulo y sobre la necesidad de regular a los bancos más de cerca para evitar el riesgo de otro colapso financiero.
Este domingo, los principales banqueros añadieron más conclusiones a su discurso. Argumentaron que ellos no fueron los únicos causantes de la crisis y que ésta no puede superarse con una varita mágica.
Nuevas regulaciones son bien recibidas pero si éstas son demasiado fuertes podrían estrangular el crecimiento e incentivar llamados populistas hacia el proteccionismo.
Además se discutió la posibilidad de implementar un impuesto de garantía sobre instituciones financieras para ayudar a rescatar a los bancos en cualquier crisis financiera futura sin necesidad de recurrir al dinero de los contribuyentes.
Políticos y banqueros expresaron su respaldo a la propuesta mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI) la calificó de "práctica".
Este impuesto es uno en una serie de opciones que serán delineadas por el FMI y que será presentada en la reunión de los ministros del G20 que se llevará a cabo en abril.
Un punto que causó ansiedad y que fue compartido por todos los presentes parece ser el que ahora la era del liderazgo superpoderoso ha concluido y llegar a un acuerdo sobre el cambio se ha convertido en una tarea aún más difícil, tal y como demostró el fracaso de las negociaciones sobre cambio climático en Copenhague.
Sin embargo, este año la pizca de optimismo registrado en Davos ha sido el interés en las innovaciones tecnológicas, las cuales a su vez pueden generar nuevos problemas, como la ciberguerra, pero también pueden ofrecer nuevas soluciones sencillas y sorprendentes.
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