Es escandalosa la revelación de que el 80 por ciento de las tesis de grado y de postgrado que se han aprobado en algunas universidades para acreditar títulos profesionales, ha sido plagiada, parcial o totalmente.
Esto pone en entredicho a la universidad como al doctor o licenciado que ha sido investido en virtud de reconocerle un trabajo que no es propio, de cuyo contenido se apropió faltando a la ética y a la vergüenza profesional.
El descubrimiento de este fraude intelectual fue posible mediante el uso de softwares especiales que conducen a las bases de datos originales de universidades europeas y de otras regiones, a las cuales han tenido acceso los plagiadores.
También se ha descubierto que en los entornos de algunas universidades operan ofi cinas que venden por 20 y 30 mil pesos, respectivamente, tesis de grado y de postgrado, las cuales son aprobadas como paso previo para expedir el título correspondiente.
Los que han apelado a estos plagios lo han hecho a conciencia de la intención engañosa que entraña y, por ello, de seguro habrán de sentir algún remordimiento por falsifi car un talento que no tienen.
La prueba de la tesis es el último eslabón al que se somete todo aquel que ha pasado varios años estudiando una carrera. Se supone que, en el culmen de ella, debe tener capacidad para demostrar la certidumbre o fundamento de una hipótesis, o para resolver alguna tesis fallida.
Esto pone en entredicho a la universidad como al doctor o licenciado que ha sido investido en virtud de reconocerle un trabajo que no es propio, de cuyo contenido se apropió faltando a la ética y a la vergüenza profesional.
El descubrimiento de este fraude intelectual fue posible mediante el uso de softwares especiales que conducen a las bases de datos originales de universidades europeas y de otras regiones, a las cuales han tenido acceso los plagiadores.
También se ha descubierto que en los entornos de algunas universidades operan ofi cinas que venden por 20 y 30 mil pesos, respectivamente, tesis de grado y de postgrado, las cuales son aprobadas como paso previo para expedir el título correspondiente.
Los que han apelado a estos plagios lo han hecho a conciencia de la intención engañosa que entraña y, por ello, de seguro habrán de sentir algún remordimiento por falsifi car un talento que no tienen.
La prueba de la tesis es el último eslabón al que se somete todo aquel que ha pasado varios años estudiando una carrera. Se supone que, en el culmen de ella, debe tener capacidad para demostrar la certidumbre o fundamento de una hipótesis, o para resolver alguna tesis fallida.
Las universidades deben aplicar más rigor a estos procesos a fi n de que puedan sentirse verdaderamente realizadas cuando envían a la sociedad a los profesionales que le van a servir con capacidad y competencia, y no a unos consumados plagiadores de ideas o postulados ajenos que, por el sólo hecho de hacer esto, se descalifi can ante sí mismos y ante todo el país.
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