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lunes, 3 de mayo de 2010

La libertad de prensa

Libertad de expresión y libertad de prensa son correlativas y se ejercitan mutuamente.

Podemos decir que, en estos tiempos de amplio espectro comunicacional, esas libertades encuentran cada día más espacio, se hacen más universales y, por tanto, difíciles de suprimir, aunque no así de limitar, de lo que todavía no están exentas.

De esto último tenemos lamentables ejemplos al presente: hay regímenes que no sólo ponen cortapisas a las publicaciones impresas o a las radioemisoras y televisoras independientes, sino que actúan directamente sobre los periodistas matándolos, encarcelándolos, juzgándolos o expulsándolos al destierro, o usando contra ellos otras presiones para chantajearlos.

También abundan los casos en que esos regímenes, o personajes de recia intolerancia, bloquean, impiden y penalizan a aquellos ciudadanos que a través de la internet, mediante blogs, redes sociales o cualquier vía posible, emiten sus ideas y sus sentires contrarios a los del poder dominante o a los de grupos ideológicos, terroristas o no, que no aceptan que discrepen de sus posiciones.

Como puede apreciarse, el ejercicio de ambas libertades siempre comporta riesgos y trabas. Un diario de México, por ejemplo, que ha visto asesinar a muchos de sus periodistas o que ha sufrido todo tipo de coerciones por sus reportajes sobre el narcotráfico, decidió no tocar estos temas intentando protegerse de nuevas agresiones.

Si bien esa actitud parece comprensible, no es menos cierto que la respuesta que deben dar los medios es la de resistir y combatir estos intentos de ahogar su propia libertad para publicar, que es consustancial a la de los propios seres humanos para decir lo que piensan como mejor les parezca.

Hoy es el Día Mundial de la Libertad de Prensa, y resulta apropiado para insistir en que esa libertad no debe medirse por el grado de ataques que se perpetren contra ella, sino por la capacidad de los medios para ejercerla y sustentarla en toda su plenitud, pese a todos los intentos por pulverizarla, que son comunes y frecuentes y terminan, por lo general, en aventuras fallidas y vanas.

Ya se les hizo muy tarde a los enemigos de esas libertades. El ser humano de este tiempo tiene a su favor demasiadas herramientas y vías para expresarse libremente.

Y son muchos los decididos a dar la batalla por el respeto a ese derecho, que no es propio de un gobierno o un grupo de intolerantes que pretenda administrarlo, sino del género humano, simple y llanamente.

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