
Chehade optó por separarse temporalmente de su cargo mientras termina la investigación.
Las acusaciones de tráfico de influencias contra el vicepresidente peruano, Omar Chehade, representan el primer escándalo en el gobierno de Ollanta Humala. El mandatario recién cumplió 100 días en el poder y su manejo de la situación es vista como una prueba en su promesa de combatir la corrupción.
A Chehade se le acusa de pedir ayuda a la policía para desalojar a una empresa azucarera y beneficiar así al grupo empresarial Wong.
El pasado domingo durante una ronda de preguntas sobre el caso que, desde hace tres semanas, arrincona a su alto funcionario, Humala le aconsejó presentar su dimisión.
Sin embargo, Chehade optó por emitir un comunicado en el que dijo que se tomaría una licencia "mientras duren las investigaciones" y añadió que tiene una conciencia limpia.
"Considero que no es pertinente formular renuncia a tal investidura dado que soy inocente de los cargos atribuidos", dijo en el comunicado.
"Presunción de inocencia"

Para algunos analistas, el hecho de que Chehade se niege a dimitir no ayuda a Humala a consolidar la reputación de un líder que no tolera la corrupción.
Asimismo el cuestionado vicepresidente pidió a la opinión pública "respetar el principio constitucional de presunción de inocencia" para que la fiscalía y el congreso peruanos investiguen las acusaciones en su contra.
Hasta ahora, Humala no ha querido despedir a su vicepresidente con la intención de dar plazo al cierre de las investigaciones.
Al mismo tiempo, de este modo, apuntan los analistas, el presidente busca impedir que la crisis política afecte su imagen de luchador contra la corrupción y sus altos índices de popularidad.
En este sentido, los mandatarios peruanos no han sido inmunes a investigaciones de corrupción en el pasado reciente del país.
El ex presidente, Alberto Fujimori, fue encarcelado en 2009 por malversación de fondos y abusos de derechos humanos.
Y el predecesor de Humala, Alan García, tendrá que enfrentar tuna larga investigación sobre posibles casos de corrupción durante su gobierno (2006-2010).
El actual mandatario peruano reconoce que la corrupción es endémica en su país, fue electo con promesas de luchar contra ella y algunas de sus primeras medidas fueron en ese sentido.
El mes pasado, Humala realizó una purga destinada a limpiar la cúpula policial y dio de baja a dos tercios de los generales.
Los dardos de la oposición
"Considero que no es pertinente formular renuncia a tal investidura dado que soy inocente de los cargos atribuidos"
Comunicado del vicepresidente Omar Chehade
El caso de Chehade sorprendió a muchos peruanos y, apuntan algunos analistas, el hecho de que el vicepresidente no haya dimitido no ayuda a Humala a consolidar la reputación de un líder que no tolera la corrupción.
La oposición ha criticado la medida del vicepresidente como "lamentable", "vergonzosa" e "inaceptable" y aseguró que "perjudica la imagen del gobierno".
La misma primera dama, Nadine Heredia, pareció criticar a Chehade el mes pasado al escribir en su Twitter: "Tan difícil es caminar derecho??!!".
Chehade se defiende y asegura ser víctima de un "cargamontón mediático y linchamiento político".
En su último comunicado se refiere a su propia carrera como una "prestigiosa trayectoria de lucha contra la corrupción" y un "impecable liderazgo de un reconocido proceso de extradición y numerosas acciones en defensa de los altos intereses del Estado peruano".
En el pasado, Humala también alabó el trabajo de su vicepresidente.
"Chehade fue el que trajo a Fujimori, al fugitivo, al cobarde que no quería venir al Perú", dijo el presidente el año pasado, antes de ser elegido.
Y a su vez, Chehade fue defensor de Humala en un juicio de violación de derechos humanos durante el conflicto armado en la década de 1990, cuando el actual mandatario era militar.
Sin embargo, en el último caso de presunta corrupción, Humala ha querido distanciarte de su colaborador.
"Dejemos este tema que siga avanzando", dijo el domingo en referencia a la investigación, "cuando hay tantas cosas para hacer en el Perú".
La eliminación de la pobreza y las desigualdades extremas son algunos de los retos del gobierno de Humala.
Pero ahora, apuntan los analistas políticos, parte de la percepción de la opinión pública sobre su gestión dependerá de cómo el presidente encare la crisis política a la que se enfrenta su vicepresidente.
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