Ahora que se nos niega el derecho a nadar, caminar y amar en las playas de nuestro país —todo por culpa de los «representantes del pueblo» que nos gastamos el Congreso Nacional— se me ocurre pensar que también desaparecerán de los litorales y balnearios, las simpáticas y esforzadas vendedoras de pescado frito y yaniqueques que durante toda la vida forman parte del decorado de nuestra cotidianidad playera.
Para los que nos leen en el exterior, el peculiar Yaniqueque es una torta de harina frita en manteca de cerdo cuya demanda es muy popular entre los bañistas y algunos turistas que degustan platos exóticos sin importar el aumento del colesterol y la obesidad.
Si se nos prohibe visitar las playas que nos vieron nacer , también es muy probable que las élites empresariales que explotan de mala manera el turismo decidan desalojar a estas humildes trabajadoras de la cocina popular para que en su lugar florezcan ascépticos y vanidosos mamotretos similares a un lounge bar o un grill and beer en plan -aquí-no-entran-los-jodíos-mucho-menos-las-fritureras-.
En definitiva, este menjurje de partidocracia ahíta de corrupción maloliente, esta melcocha vulgar y montresca de «democracia representativa», esta «Constitución» cortada a machetazos no vale un mango banilejo verde y petiseco. ¿Lo peor? Que nadie hace nada, ni dice nada, ni le importa nada y todo sigue tan dolorosamente humillante, vejatorio y deprimente. Luego, no se quejen cuando surja un Chávez que a fuerza de fusil y garrote le rompa la siquitrilla a todo ser vivo que le cruce por delante. Y recuerden, cada cuatro años cumplan con el sagrado derecho de votar, elegir y ser elegidos. ¡Farmacia Mella!
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