Son muchas las versiones que han
especulado acerca de supuestos vínculos entre el 11 de septiembre de
2001 y Arabia Saudita, más allá de la circunstancia obvia de la
nacionalidad de Osama bin Laden y de varias de las personas que llevaron
a cabo los atentados.
The Eleventh Day (El undécimo día) -un
libro escrito por Anthony Summers y Robbyn Swan, una pareja de
periodistas -él británico y ella estadounidense- es otra de esas
versiones.
"Este evento es totémico para los
estadounidenses... están en una constante búsqueda de la verdad", dijo a
BBC Mundo Robbyn Swan desde su hogar en Irlanda.
Su esposo Anthony Summers dirige su crítica
principalmente contra la comisión bipartidista del Congreso que
investigó los ataques, por haber excluido 28 páginas de la versión del
documento final entregada al público.
"La completa verdad sobre esas conexiones con el ámbito oficial saudita no está del todo comprendida por el público estadounidense"
Anthony Summers
El autor asegura que esas páginas contienen
información que podrían esclarecer supuestos vínculos de las altas
esferas de Arabia Saudita con los 15 secuestradores (de los 19 que
ejecutaron el plan) originarios de ese país.
"La completa verdad sobre esas conexiones con
ámbito oficial saudita y miembros de la amplia familia real no está del
todo comprendida por el público estadounidense", expresó Summers a la
BBC.
Cooperación
Cabe anotar que unas semanas después de los
ataques, en rueda de prensa, el entonces presidente George W. Bush dijo
que los sauditas habían "cooperado completamente" con las autoridades
estadounidenses.
En un extenso artículo que la revista The New Yorker
hizo sobre el príncipe Bandar, amigo de la familia Bush y otrora
embajador de Riad ante EE.UU., el diplomático resaltó que, en 1998,
Arabia Saudita había alertado a Washington sobre un peligroso integrante
de al-Qaeda operando en su país.
Fuentes de la CIA y el FBI confirmaron luego
-continúa el artículo- que Bandar había pedido asistencia a la Casa
Blanca para la captura del sospechoso. Esta se logró en 2002 con la
participación de los sauditas.
El exdirector de la CIA George Tenet tildó la
cooperación de "fantástica", mientras que el entonces director de
antiterrorismo del FBI, Dale Watson, aseguró a The New Yorker que los sauditas estaban haciendo todo lo que se les pedía.
El príncipe Bandar sostiene que, antes del 11-S,
Arabia Saudita había estado tan alerta a la actividad de al-Qaeda como
Estados Unidos y definitivamente más alerta que el Reino Unido o
Alemania.
En diciembre de 2001, el entonces monarca Fahd
llamó por una erradicación del terrorismo, del que dijo era prohibido
por la fe musulmana.
Omisión y comisión
En cambio, de acuerdo con el libro de Summers y
Swan, altos funcionarios sauditas habrían donado millones de dólares a
al-Qaeda para que no perpetraran actos violentos contra su territorio o
intereses. Acompañado de esta especie de pago de protección, los
sauditas harían la vista gorda con las actividades de ese grupo radical.
Los autores de The Eleventh Day trazan
una línea que coloca a un alto funcionario de Arabia Saudita en
California entrando en contacto con los primeros radicales en llegar a
Estados Unidos, aquellos designados para pilotear los aviones
secuestrados.
Según el recuento, se les dio una gira por el estado y se les brindó asistencia con dinero y alojamiento.
"Cuando uno empieza a examinar las
interconexiones, uno empieza a pensar que, por lo menos, en algún tipo
de nivel, hubo colusión con altos funcionarios", aseguró Anthony
Summers.
Añade, sin embargo, que algunos sauditas no
tendrían objeciones a que las 28 páginas excluidas del informe oficial
sobre el 11-S fueran publicadas.
La objeción principal, dice, viene de las
autoridades estadounidenses que, cuando son cuestionadas sobre el
contenido de las páginas, ni siquiera reconocen que haya algo en ellas.
"Todo se reduce al petróleo. El ininterrumpido
flujo de petróleo que es la razón de la llamada relación especial de
Estados Unidos con Arabia Saudita", concluye Summers.
"Equilibrio"
Robbyn Swan, por su parte, indica que el libro
trata de ser lo más equilibrado posible cuando se trata de demostrar
estos vínculos.
Como prueba de esto menciona que en el libro
echan por tierra la popular teoría -que muchos medios daban por cierta-
de que los sauditas y familiares de Osama bin Laden fueron evacuados por
aire de Estados Unidos antes de que el espacio aéreo se reabriera tras
los ataques.
No obstante, hay un dedo acusador contra el FBI
por solo haber entrevistado un porcentaje muy reducido de sauditas y
familiares de Bin Laden antes de que éstos abandonaran el país.
"El deseo de los sauditas es mantener el estatus quo"
Anthony Summers
En general, los autores reparten la culpa de un
evento -que creen que se hubiera podido evitar- entre la falta de rigor
de las agencias de inteligencia, el silencio de Arabia Saudita, la
circunspección del gobierno de EE.UU. y la turbia relación entre estos
dos países.
La complejidad de los lazos se hace más
pronunciada por el hecho -indican- de que Washington está usando a Riad
para penetrar en Yemen, considerada como base de operaciones de
al-Qaeda.
Pero el único interés de los sauditas en
cooperar, alega el periodista británico, está en asegurar que el círculo
cerrado de la familia real continúe en el poder y siga entrando el
dinero. "El deseo de los sauditas es mantener el estatus quo".
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